No es fácil escribirte esta despedida; por empezar, porque sólo en parte es una despedida, por otro lado, tu partida es la apertura hacia una nueva forma de relacionarnos contigo. Hay una parte de ti que se va, pero hay otra que empieza a aparecer.
Tu ausencia es una presencia que adquiere nuevo rostro, es el intento de decirnos algo, y aunque ahora sólo podamos percibir levemente ese murmullo, aunque no tengamos claro qué escuchamos, sí tenemos la convicción de que se ha abierto un canal para continuar nuestro vínculo.
En el desarrollo de nuestras vidas; a medida que vamos creciendo y vamos a tientas, buscando algo que nos ayude a construirnos como personas, encontramos referentes, modelos que seguir para lograr una identidad frente a un mundo que, en buena parte del tiempo, nos es adverso. Y nos cuesta trabajo visualizar que hay otro tipo de situaciones de vida que ocultan una ejemplaridad, personas y circunstancias que pueden llegar a ser tanto o más significativas que esos primeros modelos.
Hay personas que han sucumbido ante la hostilidad del mundo y no llegaron a ese plano de la admiración. Nuestro amigo fue una consecuencia de esto. Pese a ello, manifestó una sensibilidad que traspasó esta adversidad para convertirla en una entrega que se vuelve para nosotros en una enseñanza todavía mucho más grande.
Cristian fue dejando de lado su afición por el arte, la danza y el pensamiento, y, desde ese punto de vista, tendríamos el ejemplo de un fracaso, porque no estaba cumpliendo con su misión; sin embargo, es en este punto que detenemos la mirada, pues pudo convertir estas ruinas en materiales de construcción. Transformó este sufrimiento y desventura en una nueva misión: inyectar, inculcar a sus amigos lo que no hay nunca que dejar de hacer en la vida: dejar de oír las voces de nuestro interior, aunque éstas vayan en contra del mundo que se nos impone.
Podemos entender que su muerte, y muchos momentos de su vida, significan dos cosas a la vez; el fracaso ante los factores negativos que impidieron la concreción de sus aspiraciones, y por otro lado, el espíritu de entrega, de alguien que no se resintió y se ahogó ante la hostilidad y la exclusión, y que estimuló a sus amigos a que nunca abandonaran sus anhelos.
Por eso, depende de nosotros que él trascienda ese cuerpo que ahora está en un cajón y que despedimos. Ahora nos queda recordarlo, pero no como a un ser querido en que simplemente traemos a la memoria una escena de vida, un carácter, transformando el recuerdo en un objeto, en un culto cerrado, emocional, pero anquilosado de esta vida que ya no está.
Más que recordar, lo que se nos viene a la mente es descifrar, darle movimiento a eso que tenemos en la memoria, que eso que recordamos no sea una puerta hacia el pasado, sino una embarcación que navegue en nuestro presente en busca de posibilidades, en busca de futuro, de sangre, de alma, de fuego y sed de espíritu.
Amigo mío, tú has dado la señal, pero no para que nos esperes en la muerte, sino que para que nosotros te esperemos en cada momento de nuestros días y noches, en una esquina, en la mesa con un vaso de vino, en nuestros libros, en esa vieja melodía que escuchamos una y otra vez. Un abrazo fuerte, ese que nos ayudarás a dar con las personas que están con nosotros. Para que tengamos el corazón que tú tenías al darle el abrazo a un amigo.
Tus amigos Kajef
Tu ausencia es una presencia que adquiere nuevo rostro, es el intento de decirnos algo, y aunque ahora sólo podamos percibir levemente ese murmullo, aunque no tengamos claro qué escuchamos, sí tenemos la convicción de que se ha abierto un canal para continuar nuestro vínculo.
En el desarrollo de nuestras vidas; a medida que vamos creciendo y vamos a tientas, buscando algo que nos ayude a construirnos como personas, encontramos referentes, modelos que seguir para lograr una identidad frente a un mundo que, en buena parte del tiempo, nos es adverso. Y nos cuesta trabajo visualizar que hay otro tipo de situaciones de vida que ocultan una ejemplaridad, personas y circunstancias que pueden llegar a ser tanto o más significativas que esos primeros modelos.
Hay personas que han sucumbido ante la hostilidad del mundo y no llegaron a ese plano de la admiración. Nuestro amigo fue una consecuencia de esto. Pese a ello, manifestó una sensibilidad que traspasó esta adversidad para convertirla en una entrega que se vuelve para nosotros en una enseñanza todavía mucho más grande.
Cristian fue dejando de lado su afición por el arte, la danza y el pensamiento, y, desde ese punto de vista, tendríamos el ejemplo de un fracaso, porque no estaba cumpliendo con su misión; sin embargo, es en este punto que detenemos la mirada, pues pudo convertir estas ruinas en materiales de construcción. Transformó este sufrimiento y desventura en una nueva misión: inyectar, inculcar a sus amigos lo que no hay nunca que dejar de hacer en la vida: dejar de oír las voces de nuestro interior, aunque éstas vayan en contra del mundo que se nos impone.
Podemos entender que su muerte, y muchos momentos de su vida, significan dos cosas a la vez; el fracaso ante los factores negativos que impidieron la concreción de sus aspiraciones, y por otro lado, el espíritu de entrega, de alguien que no se resintió y se ahogó ante la hostilidad y la exclusión, y que estimuló a sus amigos a que nunca abandonaran sus anhelos.
Por eso, depende de nosotros que él trascienda ese cuerpo que ahora está en un cajón y que despedimos. Ahora nos queda recordarlo, pero no como a un ser querido en que simplemente traemos a la memoria una escena de vida, un carácter, transformando el recuerdo en un objeto, en un culto cerrado, emocional, pero anquilosado de esta vida que ya no está.
Más que recordar, lo que se nos viene a la mente es descifrar, darle movimiento a eso que tenemos en la memoria, que eso que recordamos no sea una puerta hacia el pasado, sino una embarcación que navegue en nuestro presente en busca de posibilidades, en busca de futuro, de sangre, de alma, de fuego y sed de espíritu.
Amigo mío, tú has dado la señal, pero no para que nos esperes en la muerte, sino que para que nosotros te esperemos en cada momento de nuestros días y noches, en una esquina, en la mesa con un vaso de vino, en nuestros libros, en esa vieja melodía que escuchamos una y otra vez. Un abrazo fuerte, ese que nos ayudarás a dar con las personas que están con nosotros. Para que tengamos el corazón que tú tenías al darle el abrazo a un amigo.
Tus amigos Kajef
No hay comentarios:
Publicar un comentario